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Agradecimientos

Gracias a mi Familia, a mis Amigos y a mis Enemigos por hacerme más fuerte.

jueves, 22 de abril de 2010

La Humanidad Creada ( LHC )



El Comienzo del Fín es sólo el Comienzo

Ya no recuerdo como empezó todo. 
Ya no recuerdo como acabó todo.
Ya no queda tiempo para nadie.
Surgirá un nuevo comienzo
... de la nada...

“ LALI ”


21 de octubre de 2012, 7.43 a.m. LHC - CERN ( Frontera Franco-Suiza, alrededores de Ginebra )


Los restos de comida esparcidos por el suelo no eran demasiado abundantes. A pesar de que la gran mayoría de los empleados hacían turnos continuados de cuarenta y ocho ó setenta y dos horas semanales, eran bastante cuidadosos con los desperdicios de sus desayunos, almuerzos y cenas. Las humenades estaban bastante controladas y las manchas de grasa eran recientes y fáciles de quitar, gracias en parte a esos productos tan caros y específicos que el Jefe de Personal proporcionaba sin miramientos al principio de cada mes. Ciertamente había más grasa en la comida basura, que cada día llenaba los estómagos de los trabajadores, que en los muebles, máquinas y aparatos de alta tecnología que lucían resplandecientes, casi tan nuevos como el primer día.

Lali ó “ Doña Euladia” ( pues así la llamaban en el CERN ) se sentía por primera vez a gusto en un puesto de trabajo. El salario no era muy elevado ( apenas unos pocos euros más que cuando trabajaba de casa en casa ) pero las condiciones laborales eran inmejorables; dos días libres a la semana, un puesto fijo y 8 horas de jornada. Estas horas transcurrían moderadamente deprisa y, sobretodo, sin pasar tanta factura a sus riñones ( ya demasiado castigados para su edad ) como en el resto de lugares donde había estado anteriormente. Sólo una cosa molestaba a Lali de su actual situación laboral : la incomunicación.

Doña Eulalia tenía un teléfono móvil antigüo y a medio romper, un regalo de sus hijos, de hacía ya tres navidades, que apenas entendía. Casi no acertaba a llamar a sus allegados a través de la “ Agenda ” del dispositivo y el único botón que comprendía con claridad era el verde de descolgar.
Pero, tener aquel aparato desconectado durante todo el día por ordenes explícitas de la empresa y bajo aquella claúsula en su contrato, le parecía una exageración. No compredía los motivos. Ni se los dieron, ni ella se atrevió a pedirlos.
Lo cierto es que se ponía bastante nerviosa al pensar que sus hijos, Heinz y Erika, no podían contactar con ella hasta que no salía por completo de las instalaciones del recinto. ¿ Y si les pasaba algo ?, ¿ y si tenían un accidente ?, ¿ y si ... ? Estas preguntas e incertidumbres eran las únicas que rondaban en su cabeza cada vez que miraba por error la pantalla parcialmente quebrada y siempre apagada de su viejo movil. Por otro lado, se consolaba pensando que su marido, Walter, la dejaría tranquila, al menos mientras estuviera trabajando.

Heinz acababa de cumplir los dieciocho. Su marido se empeñó en llamarle así, aunque Lali intentara explicarle que, en España, ese nombre solo era conocido como una famosa marca de tomate ketchup y que recibiría los chistes de sus familiares ibéricos, a la primera de cambio. Era un chico muy tímido, bonachón, extremadamente delgado y parco en palabras. “ Demasiado tonto para los tiempos que corren “, según su padre.
Erika, era y sería siempre su pequeñita. Su nombre, por el contrario lo eligió Lali, no sin mucho pelear con Walter que quería que se llamase Heidi. Pues, obligada a tener que ponerles a sus hijos nombres suizos, al menos intentó que fuera bonito y no motivo de burlas y chascarrillos en su lejano Jaén.
Erika no había cumplido aún los 15 años, y a Lali le costaba reconocer que ya no era un bebé, que ya no era su “niña”, que ya era casi toda una mujer. Por mucho que físicamente estuviese más que demostrado. Rubia natural, ojos azules, bastante desarrolada y muy alta para su edad. Lali la tenía tan protegida que si no le puso un guardaespaldas fué porque su sueldo no daba para tanto gasto.

En Ginebra la vida era muy cara, al menos comparada con Carboneros, su pueblo natal. Echaba de menos el conocer a cada familia, a cada uno de los 700 habitantes de su pequeño y querido lugar de nacimiento. La vida era muy distinta en una ciudad como esta. La Cultura, que a Lali le faltaba, rebosaba por cada esquina. Pero ella no tenía a nadie con quien hablar del último embarazo no deseado, de los repetidos cuernos del Alcalde ( que sólo él desconocía ) ó del cierre minero definitivo. Tema que nunca dejaría de estar en el candelero en la región, por muchos años que hubieran pasado desde entonces.

El 21 de Octubre Lali entró muy temprano al CERN. A las 5.30 a.m. ya estaba ataviada con su delantal de trabajo y su mejor herramienta, su cepillo. En el centro de control había muy poca gente a esa hora de la mañana. Era día de cambio de turno y de los cuarenta trabajadores que habitualmente ocupaban sus puestos apenas quedaban ocho o nueve. Los que quedaban esperaban ansiosos a que el resto terminará de recoger sus taquillas, para poder cambiarse ellos también y perder así el tiempo justo cuando llegaran sus reemplazos, exactamente a las 8.00 a.m.

A las 7.40 a.m. “ Campanera “, interpretada magistralmente por Joselito, con su máximo explendor y volumen retumbó en aquella sala tan magnificamente inmensa como prácticamente vacia. Ocho ( o nueve ) rostros se tornaron pálidos hacia el lugar de donde procedía tan “ extraña ” melodía. Lali, sonrojada y muy nerviosa, sacó del bolsillo de su delantal estampado de flores el maldito cacharro que, inoportunamente, había olvidado apagar cuando inmersa en una fuerte discusión con su marido, bajó del coche y de un portazo quiso zanjar el asunto de internar a su hija Erika en un colegio bilingüe.
Sus manos temblorosas no acertaron con el botón correcto, el verde y, sin embargo, si lo hizo el móvil ajetreado que, desprendido de sus sudorosas manos, cayó golpeando aquel otro botón, de color rojo, cuya tapa transparente de seguridad estaba limpiando Lali, en ese mismo momento.
Bajo el botón, rezaba esa inscripción que tantas veces había leido sin comprender palabra alguna: “ Do not Touch. Maximun rate of activation. Highly Dangerous “ y un poquito más abajo : “ Ne pas toucher. Taux maximal d’activation. Hautement dangereuse. “

A las 7.43 a.m, ni un minuto más ni un segundo menos, un ruido ensordecedor llenó la sala disimulando por completo el sonido de la llamada ( llamada que pasó a convertirse en la última llamada perdida conocida ). En el interior del LHC velocidades que superaban a las de la luz provocaron choques de protones y núcleos de plomo de altísima energía – hasta 800 billones de electrónvoltios ( eV ) – que emularon fielmente las condiciones que se dieron tras el Big Bang o teórico nacimiento del Universo, hace unos 13.700 millones de años. Pero los protones afectados, lejos de desvelar cualquier información como habitualmente hacían, se desintegraron. Una minúscula, ínfima, apenas microscópica reacción nuclear se produjo y una cegadora luz seguida de un silbido agudo lo invadió todo. Una diezmilésima de centésima de segundo más tarde, brotó del túnel un calor extremo que asoló por completo el LHC, el CERN, Ginebra, Suiza, Europa, Asia, América, África y, en definitiva, el mundo entero conocido. La Tierra ardió y luego, nada.

Pero la nada ya es algo ... y trás pasar mucho, mucho mucho tiempo, tal y como lo percibimos nosotros los humanos, y partiendo de este alejadísimo momento surgió, nuevamente, la vida.
Como si de un reloj suizo se tratara, exacto y sin capacidad de error, hace aproximadamente 3.5 miles de millones de años, como resultado de una compleja secuencia de reacciones químicas que se sucedieron de manera espontánea en la atmósfera de la Tierra aparecieron, una vez más, los primeros microorganismos unicelulares. Y trás ellos... la evolución.

Quizás esto ocurra un 21 de Octubre del 2012 a las 7.43 a.m. O quizás ya haya ocurrido. Quizás en algún lugar remoto alguien muy sabio o alguien muy importante ( una de dos ) sabe y guarda en silencio que “ Lali “ ( o Doña Eulalia, que así la llamaban ) una emigrante española de Carboneros ( Jaén ), limpiadora, casada no muy felizmente con un tal Walter y con dos hijos maravillosos llamados Heinz y Erika un día pulsó el botón rojo en lugar del verde y ... reseteó el mundo.



Alberto Garza Cortés
www.artegraficocreativo.com

2 comentarios:

  1. Me ha gustado y mucho, va a ser mi ventana del Viernes, menos mal que no es trece, pues..........Un abrazo

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